EL PASTOR Y EL LOBO

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«El pastor y el lobo”, de Salvador Carbó, es una suite para piano compuesta por doce pequeñas piezas, estrenada el 29 de Mayo de 2013 en el Auditorio del Conservatorio Profesional “Josep Climent” de Oliva: tiene una evidente motivación pedagógica en función de superar dificultades técnicas, expresivas y musicales que surgen en la interpretación. Pero, también es verdad, no se quiere descuidar una dimensión estética, o sea, el poder mostrar, aún con limitaciones, la Belleza que, con un medio como la Música, puede ser vislumbrada. Para ello, además se ha querido dar un soporte programático a los distintos números de la serie, obteniendo un resultado que, esperamos, nos pueda proporcionar una experiencia que lleve consigo el darnos una clave más amplia y enriquecida para poder vivir mejor la vida.

Este es el esquema de la obra, donde se ve claramente su itinerario y la dirección de la misma:

Estructura general del pastor y el lobo

He aquí el relato completo del cuento y los audios correspondientes a cada uno de los fragmentos del texto:

«El pastor y el lobo», relato musical.

Versión para piano solo.

«El sol, poco a poco, va descendiendo. Y la oscuridad va tiñendo de negro la Comarca: las casas desaparecen, los árboles se esconden, los montes se hunden. Y cada cual se retira a descansar: se cierran las puertas, las ventanas se atrancan, las luces se apagan.
Se podría suponer que duerme todo, pero hay sonidos que escondidos en las sombras inquietan. Y como intentando mantener la esperanza se levanta, tenue, el canto del mirlo entre un lamento y una súplica, teñido de nostalgia.
Poco a poco la noche se hace la dueña de todo. Todo queda sumergido en el silencio.

1. Anochece:

¿Todo? En la profundidad del bosque se levantan unos pasos inquietantes: en la guarida del lobo cada vez hay más movimiento. Los lobeznos, insistentes, le piden a su progenitor algo para comer. «No os inquietéis. En un momento tendréis algo para poneros en la boca. Algo suculento que poneros en la boca.» «Sí, sí, sí. Pronto, tenemos hambre», le exigen insistentes.

2. En la guarida del lobo:

Más allá en la colina, acariciado por la brisa suave, calentándose en la hoguera, está el pastor cuidando del rebaño. El canto de su flauta resurge atravesando la niebla. Las ovejas descansan tranquilas.

3. El pastor habla en la montaña:

Con paso decidido se dirige el lobo al trabajo y ya próximo «¿cómo voy a llegar al corral?», se pregunta mientras avista el poblado. «Ya sé: por debajo de la cerca será un buen lugar». Y, cava que te cava, empieza a hurgar con las zarpas bajo los maderos y sigilosamente mete una pata, mete la otra, mete el hocico, ya tiene la cabeza y, por fin, «¡Que viene el lobo! iQue viene el lobo!», se oye a lo lejos. Las llamadas del pastor despiertan a los guardias, que gritan «¡Que viene el lobo! iQue viene el lobo!», y con palos y escopetas, con antorchas y cuchillos se dirigen hacia el corral. El lobo, asustado, consigue escapar. «Yyyyy… el lobo?» «Por aquí, por aquí. Intentaba entrar al corral». Las caras dormidas exaltadas por los gritos se tornan expectantes, sorprendidas, incrédulas. «Falsa alarma». «Volvamos a dormir, muchachos.» Y entre el murmullo, cada uno vuelve a su cama.

4. A trabajar – 5. Cavando:

El lobo da un paso para adelante y dos hacia atrás, dudando si llegar a casa de vacío o volver a intentarlo: «tal vez trepando lo pueda conseguir: saltaré la cerca y burlaré al pastor, sí». Dicho y hecho: rodeando el viejo manzano, subiendo por su tronco ya demasiado carcomido, sube más sigilosamente, si cabe: coloca una pata, alarga la otra, inclina el hocico, dirige la cabeza y, por fin, «iQue viene el lobo! iQue viene el lobo!», vuelve a resonar por encima de la oscuridad. Y otra vez, en las manos los palos y escopetas, antorchas y cuchillos, sin tardar van hacia las voces. Y el lobo, otra vez, se escurre. Esos rostros no parece que reflejen sorpresa, sino más bien desencanto, enfado, ira: «¿Que viene el lobo?» «¿Que hay un lobo?» «¿Dónde?» «Nadie lo hemos visto.» «Muchachos, no hay manera con este. Volvamos a descansar».

6. Vuelta al trabajo – 7. Trepando: 

Con gran pesar, rendido ante la evidencia, vuelve el lobo hacia su guarida sin nada. Pero, esas voces de reproche, esas caras de odio, esos desprecios al pastor, ¿no serán nada más ni nada menos que la puerta para entrar? «¿Quién hará caso ahora al pastor mentiroso? Esa es la entrada». Y, con incluso más ánimo que anteriormente, vuelve. Esta vez no será por debajo de la valla, ni saltando desde el árbol, sino directamente por la puerta. Y, sí: primero una pata, después la otra, con el hocico, la cabeza y, definitivamente todo el cuerpo va por la mismísima calle Mayor de pie, tranquilo, desafiante, hacia el corral. Ya puede gritar «iQue viene el lobo! iQue viene el lobo!», una, dos veces, que nadie responde a la voz. Sí, algunos se dicen entre dientes «ya está otra vez ese pesado», pero nadie sale ni con palos ni escopetas, ni antorchas ni cuchillos. El lobo esta aquí.

8. Y… vuelta a trabajar – 9. Entrando:

El pastor, extenuado, ya casi sin voz, no sabe qué hacer: «los avisos no son respondidos y el peligro ya no puede estar más adentro»; no sabe cómo hacer: «¿cómo dejar lo menos si se puede tener lo más? ¿Con qué se quedará el lobo: con la gallina o con la oveja? Veamos». Y sí, se reviste de lana, se acerca hacia el lobo y lo llama con un balido que más que de espanto asemeja una súplica y, corre que te corre, sale y sube hacia el monte. Mientras se aleja va haciendo sonar la flauta que prolonga la llamada.

10. El pastor vuelve a la montaña:

Y, efectivamente, el lobo entre sorprendido y curioso, hambriento y ambicioso, va tras la que supone oveja, seducido por esa melodía que imagina que al apagar conseguirá una gran victoria, su máxima victoria. Le persigue cada vez más, y más lejos, más allá del precipicio, más allá de donde puede alcanzar la vista. Desaparecen en la lejanía.

11. Silencio:

Rayos púrpura tiñen la Comarca y empiezan a aparecer las casas, asomar los árboles, levantar los montes. Cada cual retira las sábanas y abandona la cama, descubre las ventanas, abre las puertas. Lentamente despierta todo, se muestran sonidos que infunden serenidad, dan ánimo, ganas de salir. Y como invitando a la alegría, cada vez más pájaros levantan cantos entre agradecimiento y alabanza, envueltos de alegría.
Nadie habla del pastor, ni del lobo, tan solo de un temblor que algunos han sentido por la noche. De entre las nubes, con calma, resurge vibrante el Sol.

12. Amanece:

 

Ver Presentación de «El pastor y el lobo» desde la web del propio compositor

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