“Caminos de la Luz” de Antón García Abril

Caminos de la luz,  de Nocturnos de la Antequeruela para piano y orquesta de cuerda.

Imagen: «Pascua» de Francesco Astiaso. FIGURA | fastiasogarcia (francescoastiaso.com)

Orquesta Ciutat d’Elx.

Cristóbal Soler, director.

Claudio Carbó, piano.

Caminos de la luz es la última sección de Nocturnos de la Antequeruela para piano y orquesta de cuerda. García Abril combina elementos expuestos en las secciones anteriores (juego rítmico aportado en la Constelacion I en compás de 12/8 y elementos del Nocturno II en la orquesta, en compás de 8/8), para desembocar en una sección sobre el centro tonal mi bemol que dirigirá la obra hasta su conclusión. En ella también aparecerán motivos de la Constelación II y reminiscencias de la primera, con acotaciones de los versos antes comentados «Al alba venid, buen amigo, al alba venid».

Muy especial se muestra en este fragmento el bello e intenso canto de violas y violonchelos en lo que será la última línea melódica de la obra, a excepción de la cita final de El amor brujo antes mencionada.

Hemos querido ilustrar y presentar ciertos aspectos relevantes de Nocturnos de la Antequeruela, no solo por apoyar y preparar lo que se puede escuchar en la grabación que adjuntamos, sino también por constatar que se trata de una de las grandes obras para piano solista de las últimas décadas; pese a su dificultad y longitud, el trabajo y preparación de esta partitura se convierte, tras su interiorización e interpretación, en merecido logro y gozo para intérpretes y auditorio.

 

A continuación, una visión general de Nocturnos de la Antequeruela de García Abril:

 

Nocturnos de la Antequeruela, al igual que en las Noches en los jardines de España, presenta una música más allá de lo meramente descriptivo: pretende adentrarse en una materialización sonora de la respuesta sensible, fruto de la emoción recibida, para extenderla más allá de nuestras fronteras, hacia el Universo mismo.

La obra aspira a ser descripción poética del encantamiento ante el éxtasis contemplativo de la noche, ante la fascinación magnética de la visión del sonoro silencio del firmamento, máxima aspiración de perfección, anhelo de constelaciones, movimiento cósmico y palpitación humana que nos sitúa en nuestra propia y auténtica dimensión en el cosmos; descubrimiento de bóveda, infinito espacio abierto a la meditación, hipnótica claridad de luna que nos sobrecoge e impregna de mágicas influencias, canto de las estrellas en incesante órbita, que se expresan como impulsos de nuestra existencia. La partitura se desarrolla en un solo impulso; pero he querido acotar el camino introduciendo algunos apuntes poéticos que pudieran servir de faro para transitar por él sobre las estrellas, sobre la plenitud del vacío de la esfera infinita desde el vuelo de la luminosa oscuridad de la noche; esos apuntes son: Caminos de la noche, Nocturno I, Constelación I, Nocturno II, La plenitud del silencio, Constelación II, Soledad y Caminos de la luz.

Arturo Bonucci, Manuel de Falla, Alfredo Casella, Leopoldo Torres Balbás y Alberto Loltronieri en el pabellón sur del Patio de los Arrayanes, en el Palacio Comares de la Alhambra, 18 de enero de 1930.

Presentemos esta obra clave, que consideramos puente entre los Preludios de Mirambel e inicio de la última etapa compositiva.

La estructura formal de Nocturnos de la Antequeruela se desarrolla en un impulso, como una obra unitaria de 34 minutos de duración, donde la sucesión de cada una de sus ocho partes se consigue con una magistral naturalidad y coherencia. La primera sección de la obra, Calmadamente, ejerce la función introductoria de manos de la orquesta:


La entrada del piano en Caminos de la noche presenta el aspecto declamatorio en el recitativo inicial en modo de sol dorio y el papel integrador de los arpegios junto al colchón armónico de la orquesta se hace patente ocho compases más tarde.

Estos arabescos en fusas que impregnan la primera impresión sonora de toda esta sección presentan un pianismo evolucionado que se presagiaba en el primer movimiento de las Noches de Falla: En el Generalife:


La segunda aparición del recitativo inicial del piano aparecerá en fa #, iniciando una sección de desarrollo en la que la densidad sonora de la orquesta irá en aumento, junto al despliegue de acordes en los diferentes registros del piano. La curva emotiva de esta primera sección desemboca plácidamente en una cesura similar a la que precedía la primera entrada del piano.

El Nocturno I presenta una textura rítmica y sonora muy interesante entre los diferentes miembros musicales que van apareciendo: diseños de tresillo de negra contra dos corcheas y cuatro semicorcheas en las diferentes cuerdas; además, cada grupo de dos compases presenta una agitación intrínseca en constante tensión: compárese la evolución de la primera versión (izq.) con la definitiva. En la 1ª edición se indicaba en pequeños accelerandos escritos para cada compás durante toda la sección, oscilando entre pulsaciones de negra de 50 a 100. La 2ª, más clara y escueta, reescribe el tipo de compás de 5/4 a combinación de 6/8 + ¾ y elimina las variaciones agógicas.

Este episodio presenta un desarrollo armónico muy interesante, con características sucesiones de enlaces de séptima en distintas series de tensión creciente, propias del estilo de García Abril como se desarrolló en el análisis de Tres piezas amantinas.

A continuación prosigue la entrada de la Constelación I: primera aparición de la evocación estelar que nos llevará a la elevación celeste que inspira y traslada este especial concierto. El insistente fluir y vibrar de los fugaces tresillos contra dosillos de semicorcheas, junto al despliegue de numerosos divisi en las cuerdas, confiere un momento donde, en palabras del compositor, la interpretación rítmica debe ser «rigurosamente exacta».

Toda la base armónica se asienta sobre el centro tonal re, con oscilaciones en acordes cluster de la bemol. Ininterrumpidamente desembocará esta sección en el Nocturno II, que mantiene la célula de tresillo de corcheas del Nocturno I, pero presenta una mayor direccionalidad melódica con atisbos de cante jondo mientras la izquierda se desenvuelve en rasgueos de inspiración guitarrística:

La culminación de este nocturno se producirá después de haber escalonado la línea de los bajos por cuartas mientras la célula de tresillos aumenta progresivamente, siguiendo el esquema de terrazas tonales.

Esta sección de clímax presentará un denso desarrollo de diversos elementos derivados del tema principal y del Nocturno II, para llegar a una sección donde los violonchelos prepararán la Plenitud del silencio, donde el piano quedará sustentado solo por los violines¸en una estática figuración sincopada liderada por la mano izquierda:

Poco a poco irán apareciendo elementos pertenecientes a la anterior transición hacia la Constelación I, que en este segundo desarrollo hacia la Constelación II presentan una más desarrollada elaboración temática. Las combinaciones rítmicas serán más evidentes (oscilación de acentuaciones entre 6/8 y 5/8, tresillos contra quintillos), además de constantes cambios de articulación del toque: tenuto, suelto, corto, legato.

La profunda Constelación II
ahonda en la elevación alcanzada en la anterior, no solo en duración sino también en la armonización más erizada, como también en la interválica con que se dibujan los deformes y disonantes diseños de las semicorcheas de la cadencia. Esta asciende y desciende sobre bloques de acordes cluster de las cuerdas en divisi a cuatro, tres y dos, que interpretan acordes octófonos donde los intervalos producen una sensación de helada admiración:


La cadencia presentará una nueva elaboración de elementos del Nocturno II y del tema inicial, así como de la Constelación I, acompañada por las cuerdas hasta alcanzar el bloque tonal de do #, donde presentará una segunda sección de piano solo, Soledad, como compendio de todos los temas anteriores, así como de elementos que retraerá en la Balada de los arrayanes.

 

 

 

La entrada de la orquesta en el c. 544 iniciará la sección final de Nocturnos de la Antequeruela, presentando el piano solista diferentes periodos de creciente virtuosismo combinados con líricos cantos, entre ritmos a tiempo y contratiempo hasta llegar a su culminación en stretto
tratando de imponerse a la orquesta:


Caminos de la luz es la última sección de esta magnífica obra; García Abril combina el juego rítmico aportado en la Constelacion I en compás de 12/8 con elementos del Nocturno II en la orquesta, en compás de 8/8, para llegar a una sección sobre el centro tonal mi bemol que dirigirá la obra hasta su conclusión. En ella también aparecerán motivos de la Constelación II y reminiscencias de la primera, con acotaciones de los versos antes comentados «Al alba venid, buen amigo, al alba venid».

Muy especial se muestra en este fragmento el bello e intenso canto de violas y violonchelos en lo que será la última línea melódica de la obra, a excepción de la cita final de El amor brujo antes mencionada.

Hemos querido ilustrar y presentar ciertos aspectos relevantes de Nocturnos de la Antequeruela, no solo por apoyar y preparar lo que se puede escuchar en la grabación que adjuntamos, sino también por constatar que se trata de una de las grandes obras para piano solista de las últimas décadas; pese a su dificultad y longitud, el trabajo y preparación de esta partitura se convierte, tras su interiorización e interpretación, en merecido logro y gozo para intérpretes y auditorio.